La envidia.
La envidia es sufrir por lo que otro tiene, hay personas que pueden llegar hasta este
extremo, antes en algunas iglesias había envidia entre las personas que son
¨usadas por Dios¨ y cada persona tenía sus seguidores, la gente se pasaba a
ungir y le decía: hermano únjame usted… o cuando usted está en el
trabajo y su supervisor o la persona que está a cargo de usted necesita algo y lo
va a buscar a usted los compañeros comienzan a mirar y dicen: es un arrastrado… y comienza en usted a
sentir una persecución y no sabe porque usted está haciendo lo que le mandan y
comienza uno a sentir la presión de la mirada de sus compañeros de trabajo
porque nace la envidia.
También está
el caso que nosotros a veces provocamos la envidia, tenemos que ser
equilibrados en la forma de vestir, en nuestra forma de ser como creyentes y
como personas porque a veces sin darnos cuenta ostentamos cosas es decir
lucimos cosas y a veces los que están cerca nuestro no pueden alcanzar tales
cosas y un corazón que no está entregado al Señor comienza a germinar o
florecer una semilla de envidia, es por eso que cuando nos congreguemos debemos
ser equilibrados porque a veces provocamos la envidia, hay personas que les
gusta lucir, les gusta ser únicas y eso provoca envidia pero no la provoca la
persona que busca como verse bien o ser mejor como persona sino lo que están
fijándose en los detalles de esa persona, es como el pueblo de israel reclamaba
porque tenía que ser Moisés que hablara con Dios y ellos no, siempre cuando hay
alguien que está siendo usada o usado por Dios el pueblo comienza a mirarlo y
no todo el pueblo con agrado es decir empieza a florecer la envidia y en esas
cosas debemos cuidar desechar la envidia porque usted es un instrumento en las
manos del Señor y muchos a lo mejor tienen temor y dicen: pero que si lo hago… pero siempre lo hace ella… y eso es miedo pero
el que obedece tiene ganancia y el que comienza a sentir ese espíritu de
envidia va a tener su ganancia.
Cualquier
cosa puede provocarle la envidia a otra persona, puede ser hasta un anillo, oh que bonito su anillo… todo produce
pero no es que la persona que lo está usando o llevando puede tener la
intención de provocar porque van a provocar pero también es pecado, entonces
cuando estamos en una comunidad como es una congregación, la iglesia tenemos
que ser siempre sobrios e inteligentes para vestirnos, ser prudentes y vestirse
de acuerdo a la edad también, cada uno tiene una edad para vestirse, de usar
ciertas ropas.
La
envidia está relacionada con la codicia, la codicia es mala, codiciar es
siempre mirar lo que otro tiene o mirar lo mejor que otro tiene, quizás hemos sido codiciosos en parte de
nuestra vida porque la codicia está relacionada con lo que es material, auto,
casa, bienes se codicia eso.
La codicia es como una enfermedad, la codicia
y la envidia están relacionadas, están unidas y la codicia se traduce también
como avaricia y esto viene del egoísmo.
El Señor
previene a la iglesia de estas cosas, Porque habrá hombres amadores de sí mismos,
avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres,
ingratos, impíos (2 Timoteo 3:2) amadores
de sí mismos… quiere decir personas
egoístas, vanidosos, indolentes, indiferentes, arrogantes, orgullosos,
soberbios, vanagloriosos es exaltarse a sí mismo, es tener alta autoestima
mayor que los demás, siempre estar sobre los demás, si analizamos tiene
distintos nombres, soberbia, altives.
La envidia
es como un paquete grande donde vienen puras cosas malas y muchos no dejamos
que eso malo salga de nosotros, uno se conoce como es, la biblia dice: aireaos pero no pequéis… porque sabe que
humanamente nos airamos y cuando nos airemos debemos tener cuidado de herir a
otra persona y guardar silencio.
Con los años
uno se va colocando menos paciente que antes y hay personas que toda la vida
han sido impacientes es decir no tienen paciencia y con los años uno a veces se
pone más paciente o al revés.
Si algunos
fueron más pacientes cuando jóvenes pero llega una edad que no lo son, la soberbia contamina nuestra alma, nuestro espíritu, nuestra
comunión con el Señor y en todo sentido, a veces pensamos que la
soberbia nos puede ensuciar en el ámbito solamente de la vida espiritual es
decir de lo que es la religión pero en el trabajo también somos soberbios,
hacemos las cosas a la mala, siempre andamos murmurando, no tenemos una
tranquilidad espiritual es como la esposa que se aburre de hacer almuerzo y
dice: otra vez hacer almuerzo… y
comienza a entrar enojo por lo cotidiano, comienza a florecer esa semilla de
soberbia y nos ponemos blasfemos… comenzamos a no dar
credibilidad a lo que es de Dios, a lo divino, blasfemar en contra de Dios, no
acatando el perfil a la divinidad de Dios, hablar mal es decir blasfemar el
nombre de Dios.
La iglesia
puede caer a compararse o a llegar al nivel del no creyente, podemos llegar a
caer a ser igual que la gente del mundo, tenemos soberbia, ira, enojo porque
esto contamina, la envidia contamina nuestro
corazón.
Dentro de
nuestras mañas, dentro de nuestro enojo, dentro de todo lo que somos como
personas el Señor nos exhorta que debemos desechar esto, el Espíritu Santo va
hacer un milagro pero cuando le comencemos a dejar.
Cuando estamos en la oración, en una búsqueda
con el Señor podemos sentir un cambio en nosotros pero cuando dejamos la vida
espiritual comenzamos a sentir que vuelven o despiertan las cosas malas que
estaban en nosotros.
Y les dijo:
Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la
abundancia de los bienes que posee. (Lucas 12:15)
La avaricia
es no estar conforme con lo que tenemos pero a la vez estar haciendo para
tener, a veces no sabemos porque las cosas no nos resultan y es por ser
avariciosos.
¿Qué
diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el
pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no
dijera: No codiciarás. Mas el pecado,
tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la
ley el pecado está muerto. (Romanos 7:7-8)
Cuando
estábamos sin el Señor nos daba todo lo mismo, uno hacia lo que quería, algunos
salían escondidos de la mamá y el papá, nos daba lo mismo pecar pero cuando
llegamos al evangelio nos dimos cuenta de nuestra mala condición como personas,
el antiguo pueblo conoció que estaba mal cuando se le fue establecida la ley,
la ley que entrego Dios a Moisés, en ese tiempo se conoció el pecado a
través de la ley.
Pero en este
tiempo que estamos en el alero del nuevo pacto que es la gracia en el Señor hoy
conocemos cuando estamos mal sin que nadie nos diga, nosotros en el Señor
sabemos cuándo estamos haciendo algo que no corresponde.
La
envidia no es solamente desear los bienes materiales de otro sino desear la
felicidad de otro, como me gustaría ser feliz como ese hermano… como me gustaría predicar
como esa hermana… no es solamente lo material, la envidia no va
solamente a lo material sino directamente a la persona como es.
La
envidia es tan fuerte que lleva a la persona a germinar planes maléficos es por eso debemos desechar todo esto para
que el mal no esté en nosotros y si alguien quiere dañarnos no va poder porque somos propiedad del Señor, cuando uno es temeroso de
ese mal que le puedan hacer es porque no está creyendo en la autoridad divina
de Dios, en territorio o reino donde habitamos porque habitamos en el reino de
Dios no hay daño que nos pueda causar el enemigo, mas allá de que Dios pueda
permitirlo como lo permitió con Job pero queda integro lo que es la parte
espiritual, cuando comenzamos a creer en otras cosas ya se pierde la intimidad
espiritual y nos comenzamos a tomar de lo que la gente dice, lo que la gente
piensa que es contra el mal, amuletos,
los hijos del Señor debemos desechar todo eso.
La única
arma para nosotros derribar ese espíritu de envidia que pueda ser enviado por
alguien que quiera hacernos daño es tener la fe puesta en el Señor, nada más, hay
gente que vive atemorizada, gente que toda la vida usa la ropa al revés para
hacer contra al mal y por cosas que vieron de sus antepasados y que la siguen
sembrando a sus familias, la envidia es tan fuerte que si causa daño pero en un
creyente no puede producir el mismo efecto que en las personas del mundo, el
tema es que también la envidia debe salir de la iglesia, debemos estar gozosos
con los que se gozan, desear lo mejor para nuestro prójimo, para nuestros hermanos
pero no celar, envidiar o codiciar.
Porque aún
sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones,
¿no sois carnales, y andáis como hombres? (1 Corintios 3:3)
Dios quiere
que reconozcamos que le hemos fallado porque lo que da entender este versículo
nos da entender que esta lucha que nosotros tenemos no es con el mundo, no es
con el diablo, no es con nadie sino con nosotros mismos.
A veces
atribuimos a la situación o circunstancia que podamos vivir en el día o dentro
de nuestro pasar de la vida como para justificar el mal que está en nosotros,
cuando nos levantamos mal, somos nosotros mismos que nos levantamos mal no es
porque el día este nublado, no es porque nos pasó algo sino que nosotros nos
levantamos mal, nuestra actitud, nuestro ánimo está mal y en eso tenemos que
tener cuidado porque el diablo va a buscar desde el primer momento que abramos
los ojos colocar nuestro día malo, la predisposición de enfrentar un nuevo día
no depende de que el día sea bueno sino que cuando tenemos una
predisposición buena podemos tener un día malo pero podemos vivirlo como bueno.
A veces en
el trabajo el día es más fuerte pero cuando estamos predispuestos hacemos el
trabajo y nos sentimos aliviados porque tuvimos en nuestro corazón un buen
ánimo pero cuando nos levantamos con un mal ánimo nuestro día es malo y todo
nos molesta es decir todo es malo.
Los pensamientos envidiosos nos
alejan de los pensamientos de Dios.
Amaos los
unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos
a los otros. (Romanos 12:10)
La envidia hiere, la envidia produce malos
deseos y perdemos el razonamiento.
El corazón
apacible es vida de la carne; Mas la envidia es carcoma de los huesos. (Proverbios
14:30)
La envidia
se convierte fácilmente en autocompasión, el envidioso o envidiosa se compadece
y el sentimiento que este tiene según es bueno para él es decir se hace la
víctima para justificar lo que es la envidia en su corazón y nos lleva a la
depresión, La envidia también nos lleva a la calumnia.
Pero si
tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis
contra la verdad (Santiago 3:14)
La envidia
se compone de celos, cuando la envidia llega a la lengua se convierte este
miembro en un arma mortal porque viene la calumnia y todo lo demás.
Que a nadie
difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para
con todos los hombres. (Tito 3:2)
Esto es lo
que va apagando a la envidia, debemos hacer florecer todo esto bueno en
nosotros.
Cuando hay
envidia en nosotros nos ponemos indolentes y sin darnos cuenta somos esclavos
de esto porque tomamos una actitud que parece arrogante o soberbia, cuando
queremos saludamos o cuando no nó, nuestros caminos son inciertos y no
producimos confianza hacia los demás porque andamos un día bien y otro día mal
es decir somos inconstantes en nuestros caminos.
La envidia
llevo a la cruz a nuestro Señor Jesucristo, los
sacerdotes y fariseos tuvieron envidia de nuestro Señor Jesucristo no fueron
los romanos sino que fue su propio pueblo, le tenían envidia, celos,
tenían ganas de que muriera porque ese tiempo habían doctos de la ley, personas
que se dedicaban a tener conocimiento y el Señor los enfrento les dijo: les piden a otros que hagan lo que ustedes
no pueden hacer… prácticamente el Señor vino a dar
ejemplo a ellos de la vida real de un hijo de Dios, el Señor estuvo con pecadores,
se relacionó con prostitutas, estuvo dentro de
todo nivel social es decir con pobres y con los ricos, compartió con
todos, lo que en ese entonces no era visto por los sacerdotes, había un poder
eclesiástico que gobernaba al pueblo fuera de la ley de Roma y nuestro Señor
Jesucristo estaba echando abajo su reino, no a un rey sino lo que ellos tenían
como un reino eclesiástico, los sacerdotes, dentro del sanedrín habían muchas
autoridades y cuando el Señor aparece fue causa de envidia, querían solamente
deshacerse del Señor, Reunidos, pues, ellos, les dijo Pilato: ¿A
quién queréis que os suelte: a Barrabás, o a Jesús, llamado el Cristo? Porque
sabía que por envidia le habían entregado. (Mateo
27:17-18) el propio pueblo le tenía envidia
y en la misma iglesia también existe la envidia, envidia al talento de una
persona, envidia al llamado de una persona, envidia a un ministerio es por eso
que hay rivalidades entre creyentes de distintas iglesias, se contradicen unos
con otros, existe en gran parte envidia del uno con el otro.
La envidia
también debe hacernos reflexionar en nuestra convivencia como hermanos en el
Señor, de aceptarnos como somos, este espíritu de la envidia sin darnos
cuenta nos hace apartarnos los unos de los otros se pierde la convivencia,
cuando la envidia nace en el corazón del hombre y la mujer preferiré este estar
sola o solo, necesitamos entender lo que el Señor quiere para nosotros, quiere
que su iglesia, su pueblo pueda reflejar lo que Él estableció, paz, amor,
mansedumbre, humildad, empatía.
A veces
somos más empáticos con la gente en el trabajo pero dentro de la familia nos
cuesta ser así, como hermanos en la fe nos cuesta relacionarnos de una forma
distinta a lo que somos como creyentes, hay un exceso de desconfianza en la
humanidad y esa desconfianza se ha introducido en los pueblos del Señor, la envidia comienza a matar el amor entre hermanos, en
el Señor debemos anhelar que Él provoque en nosotros el querer comenzar hacer
las cosas como Él lo establece aunque no es un trabajo fácil, es un trabajo de
lucha constante, necesitamos despertar nuestra conciencia espiritual donde
estamos dormidos y darnos cuenta que nuestro mal actuar perjudica la
comunión de la iglesia, debemos entender que la envidia tiene muchos
elementos, sentimientos que son celo, amargura, ira, soberbia, codicia, con
todo eso para un creyente es imposible vivir una vida espiritual, si tenemos
todos estos males o alguno de estos nos será imposible predicar la palabra a
toda criatura como nos enseña la palabra, el evangelio no es de vestimenta, ni
de peinado sino de actitud.
Este mal ha
dividido a muchos pueblos, amistades, matrimonios, a la familia, hay familias
donde hay hermanos que nunca se hablan porque nace ese espíritu de envidia,
debemos alegrarnos cuando a alguien de nuestra familia le va bien, debemos
andar gozosos, desechar todo pensamiento maligno de envidia es decir codiciar
lo que otros tienen, lo que el Señor tenga para nuestra familia es mejor y
debemos estar conformes con lo Él nos da, Él nos va a seguir sorprendiendo y lo
que Él da es bueno es decir lo que Dios nos da es lo mejor no debemos anhelar
más o desear más.
No debemos desear o codiciar lo que
tiene otro porque siempre lo que el Señor nos da será lo mejor.
Congregación cristiana de restauración de fe Elohim.
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